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jueves, 18 de diciembre de 2014

MANON LESCAUT. Palau de les Arts. 16/12/14. "No redonda, pero sí ovalada"



Iniciar la temporada con esta Manon Lescaut de Puccini, no creo que haya sido un gran acierto. El compromiso de programarla, de nuevo, tras la cancelación que sufrió la temporada pasada, debido a los problemas con el trencadís, me parece bien. Es una cuestión de compensar los agravios causados. Pero, después de verla y escucharla, pienso que no tiene la suficiente entidad para ser el espectáculo que abra la nueva estación operística. "Norma" de Bellini, programada para el mes de marzo y por ser una producción nueva del propio Les Arts, debería haber sido, y es una opinión personal, la carta de presentación de la actual temporada.
Tras cada uno de los dos actos iniciales hay un descanso y al ir a presenciar la tercera parte, actos III y IV, mi ánimo no estaba muy positivo, pero surgió una pequeña sorpresa. Al ejecutar el intermezzo, Plácido Domingo pareció que salía de su letargo y se hacía presente el vuelo lírico que había echado de menos hasta entonces. La pieza en sí lo tiene, y la orquesta sonó como en otras ocasiones, lo que me hizo salir de mi propio letargo, y la cosa fue a más. Los dos últimos actos me dejaron mejor sabor de boca y todos contribuyeron a que la noche no quedara solo en un reflejo de pura medianía.
María José Siri como Manon Lescaut cantó bien, con cierto gusto, la voz no es especialmente bella y quizá le faltó algo más de expresividad, pero acabé aplaudiéndola.
El canto de Rafael Dávila resultó más bien tosco y escaso de matices y su Renato des Grieux se hizo presente por los agudos de una voz agradable y poderosa, pero falto del fraseo que hubiera hecho su personaje mucho más seductor.
Germán Olvera se hizo cargo de Lescaut. Procedente del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, cumplió sin más. Es joven y le falta camino por recorrer.
El bajo Stephen Milling, al que escuchaba por primera vez en una ópera italiana, hizo un solvente Geronte. Su papel no le permite lucirse, pero dejo constancia de su contundente voz.
Entre la juventud reinante en el resto de interpretes, destacar la veteranía de Luigi Roni como posadero.




Admiro mucho a Domingo como cantante, pero como director no tanto. En esta ocasión, le falto algo de chispa en el primer acto y algo de emoción en el segundo, en el cual, ni el aria de Manon, ni el dúo de los dos enamorados consiguió transmitir toda la carga conmovedora y vibrante que conlleva su música. Todo fue correcto hasta finalizar dicho segundo acto.
En la última parte, como he escrito anteriormente, sí supo sacarle algo más a la orquesta y con algo de la inspiración que le faltó en las partes previas, fue capaz de rematar su labor con algo más que la simple corrección.
La orquesta sonó bien, pero se dejó llevar por la batuta y no brilló como en otras ocasiones, aunque dejó claro que cuando la dirigen se nota.
El coro es un valor seguro y en el tercer acto dio muestras de su valía. Fue la pieza mejor resuelta en todo su conjunto.




La producción escénica procede de Teatro Regio di Parma y la dirección es de Stephen Medcalf.
Hay algún atisbo de ingenio, como el momento de la simulación de la carroza y del barco, pero resulta algo simple y pobre, con falta de ideas sugerentes. La iluminación y el vestuario ayudan a mejorar estéticamente las escenas. La escengrafía, ni deplorable, ni esplendorosa, digamos que correcta.
A Medcalf, da la sensación que no le complace mucho el libreto, y lo plantea como si se reescribiera de nuevo, o al menos como si marcara cierta distancia con lo que está pasando, haciendo entrar y salir a algún personaje desde la platea al escenario y viceversa. Al pobre Des Grieux lo manda a la platea, como si le diera alguna oportunidad de pensar en la que se va a meter por su amor a la, como él mismo la define en el dúo, tentadora Manon... Por lo demás, su labor de dirección se hizo notar.
En las dos arias de la protagonista, tanto en el segundo como en el cuarto acto, Medcalf hace que Des Grieux esté presente, lo que no es de recibo. Quizá piensa, como yo, que esta Manon, la de Puccini, es un poco egocéntrica y la obliga a pensar más en él. En fin, que la función no salió redonda, pero sí ovalada. Si han asistido o piensan asistir, comprenderán por qué digo esto...

miércoles, 10 de diciembre de 2014

A PUCCINI LE SALIÓ APASIONADA... Y EGOCÉNTRICA.




Dos óperas, un mismo personaje, Manon, y dos puntos de vista para reflejarlo. 
Massenet primero, y Puccini posteriormente, escribieron sendas óperas basadas en la novela "L'histoire du chevalier des Grieux et de Manon Lescaut" (1731) del Abate Prévost. 
Los libretistas de "Manon" de Massenet fueron Henri Meilhac y Philippe gille, y en cinco actos y seis escenas consiguen un retrato bastante completo de la protagonista.
En el proceso de elaboración del libreto, en este caso en cuatro actos, de "Manon Lescaut" de Puccini intervinieron R. Leoncavallo, M. Praga, D. Oliva, L. Illica, G. Giacosa, G. Ricordi y G. Adami... demasiados quizás. No se si todos estarían de acuerdo, pero la elipse narrativa que hay entre el primer y el segundo acto, le resta redondez a la historia.  
A Puccini se le atribuyen estas palabras: "Manon es una heroína en la que creo y por lo tanto no puede dejar de ganar el corazón del público. ¿Por qué no van a existir dos óperas sobre Manon?. Una mujer como Manon puede tener más de un amante." Y se supone que añadió: "Massenet la siente como francés, empolvada y con minués. Yo la sentiré como italiano, con una pasión desesperada." 
Está claro que Puccini quería marcar diferencias con Massenet, y lo consiguió.
Es a partir del segundo acto de cada una de las obras donde empiezan las grandes diferencias. Los enfoques de la historia y de los personajes varían. La visión de la protagonista es la que marca el nivel de aceptación del ansiado perdón que reclama, en cada uno de los finales de ambas óperas. En los dos segundos actos de cada una de ellas, hay un aria de la heroína que, para mí, define su personalidad, y hace que las historias de amor que narran ambas óperas, te conmuevan en sentidos opuestos en cada uno de sus finales.
En la "Manon" de Massenet, de alguna manera, es ella la que más te acaba conmoviendo. En la "Manon Lescaut" de Puccini, todo concluye sintiendo más pena por él que por ella. 

En esta aria de la ópera de Massenet que canta Manon, el texto expresa el plural: "Nuestra y nosotros"...    

               María Callas. "Adieu, notre petite table". Acto II                           

                                         

Esta otra aria es de "Manon Lescaut" de Puccini, y en ella Manon expresa el... "Yo y mis circunstancias"...

            María Callas. "In quelle trine morbide". Acto II                             


A Puccini le salió una heroína un tanto egocéntrica... y por eso el pobre Des Grieux acaba como acaba... solo y en pleno desierto.
En el último acto de su ópera, Puccini le regala a la heroína un aria... de esas que dejan huella: "Sola, perduta, abbandonata". La canta cuando Des Grieux va, desesperado, en busca de agua para calmar la sed de su amada. Puccini o sus múltiples libretistas, tendrían que haber pensado más en él, y haber escrito "Solos, perdidos, abandonados". Su inmadura heroína, no reflejaría tanto egocentrismo. Todo mi ánimo cuando finaliza la ópera, es para él...  
Teatralmente la de Massenet me gusta más. Musicalmente, las dos son estupendas.

domingo, 1 de junio de 2014

LA FORZA DEL DESTINO. Palau de les Arts 31/05/2014. "Fuerza, destino y suspense"


"Forza", destino y suspense

Los cines han acogido en sus programaciones y con cierto éxito a la ópera. En esta ocasión, es el cine el que ha servido de inspiración y apoyo a Davide Livermore, para plasmar su visión de la ópera "La forza del destino" de Verdi, que ayer sábado inauguró el Festival del Mediterráneo 2014 en el Palau de les Arts de Valencia.
Curiosa es la coincidencia del nombre de "Calatrava" en el texto, la palabra "destino" en el titulo y la aportación de Hitchcock, el mago del "suspense", en las sugerencias cinematográficas del montaje. Quizás sea porque el destino de la ópera en Valencia está sometido a un continuo suspense y Calatrava tiene mucho que ver en esto.




De éxito se puede calificar la función del estreno de la ópera verdiana de ayer sábado, consiguiendo en su conjunto y de manera especial en el apartado vocal, una versión de indiscutible nivel de excelencia.
Zubin Mehta, recibido con muestras de aceptación y agradecimiento a sus reivindicaciones de soporte al Palau de les Arts y a todo lo que engloba, hizo una versión musicalmente espléndida. Comenzando por la obertura, matizada, cargada de pathos y muy bien expuesta teatralmente para lo que venía después. Acompañó de manera magistral el aria de Leonora "Pace, pace mio Dio", más lenta y contrastada de lo habitual y consiguiendo, junto con la soprano, uno de los momentos memorables de la noche. No fue el único.
Liudmila Monastirska fue una Leonora con  mucha superioridad. En el primer acto estuvo algo estridente, pero en el resto consiguió dominar su chorro de voz y regulando su caudal con maestría dio muestras de ser la soprano verdiana del momento. Triunfó.
Gregory Kunde tardó un poco en calentar la voz y una vez templada cantó espléndidamente su parte como Don Alvaro. Su aria del tercer acto fue otro de los momentos álgidos de la noche. Repitió su éxito como "Otello" del año anterior.
El tercero en discordia de este drama es Don Carlo di Vargas, y Simone Piazzola, con voz algo más lírica de la requerida, lo cantó muy bien y volvió a dar muestras de divismo, como ya lo hiciera en su intervención en "La Traviata" del año pasado. Un poco más de humildad no le vendría mal.
Ekaterina Semenchuk, en el ingrato papel (para mi) de Preziosilla, demostró con su voz de timbre eslavo que ella también contaba para el triunfo de la velada.
Stephen Milling como Padre Guardiano, impuso voz y autoridad, aunque tal vez se quedó un tanto fuera del estilo verdiano requerido.
Roberto de Candia se hizo cargo de Fra Melitone. Lo resolvió con mucho oficio pero quizás con cierta falta de gracia, cosa que yo agradecí, porque las partes ligeras me descolocan un poco de la trama y me resultan de lo más pasajeras. Me va el drama, lo asumo.
In-Sung sim en el corto papel de Il Marchese di Calatrava, sólo canta en el primer acto, y su muerte accidental ya se sabe que es la causa del consiguiente desaguisado destino del resto de protagonistas. No desentonó y dejó para el resto la labor de continuar con la "forza" necesaria.
Bien el resto: Cristina Alunno (alumna aventajada del Centre de perfeccionament Plácido Domingo)  como Curra, Mario Cerdá como Maestro Trabuco, Ventseslav Anastisov como Alcalde y Aldo heo en el papel del cirujano.

Orquesta y coro volvieron a brillar, y no está de más recalcarlo, dadas las penurias laborales y económicas por las que están atravesando, junto con el resto de integrantes del... ¿emblemático? Palau de les Arts.



La puesta en escena ha sido una grata sorpresa. Difícil era imaginarse la traslación de la trama a los años cincuenta, y Davide Livermore lo ha conseguido, cambiando caballos de cuatro patas por caballos de potencia del motor del coche, y espadas por fusiles, el resto permanece y lo subraya. Está el fatal destino, la angustia, el vértigo, el desasosiego, la guerra, la miseria, el sufrimiento, las connotaciones sociales y la venganza. Pero sobre todo están los hábitos de los monjes, el sentido religioso del texto y el anticlerical de Verdi.
La escenografía es visualmente estética, y con pocos medios y jugando con las luces se consigue transmitir toda la esencia de la trama. La pantalla, con sus cortinas que se abren y se cierran y las proyecciones de imágenes, nos remiten a viejos recuerdos cinematográficos, consiguiendo una simbiosis muy atractiva de cine y ópera, y que le viene muy bien a este libreto tan decimonónico, para hacerlo mucho más creíble a nuestra mentalidad actual. Lievermore siempre acaba convenciéndome.
Justo es citar la labor de la responsable del vestuario, Mariana Fracasso, que esta vez no hace honor a su apellido si le quitamos una ese. Al responsable de la iluminación, Antonio Castro, todo un acierto. Y a D-Wok S.R.L., que se ha hecho cargo de la videocreación.

Otra noche de gloria para nuestro recinto operístico, a pesar de algunos de los presentes en el palco principal...

viernes, 30 de mayo de 2014

LA FORZA DEL DESTINO DE VERDI: "UNA ÓPERA MONACAL"



Un libreto un tanto disparatado y una partitura de excelente fuerza dramática, es lo que caracteriza a "La forza del destino". Verdi, apartado de la composición por aquellos años, acepta la invitación del teatro de San Petersburgo y se decide a componer una nueva ópera.
Se basa en la obra teatral "Don Álvaro o la fuerza del sino" de Ángel Saavedra, Duque de Rivas, y como es previsible por el titulo, el tema es el destino, marcado por la muerte accidental del padre de la chica, lo que provoca el ansia de venganza de su hermano y le complica la relación amorosa con su chico. El destino lleva a la pareja a retirarse del mundo y refugiarse en la vida monacal huyendo del vengativo hermano, pero no juntos, sino que sufriendo su amor imposible, cada uno por su lado, sin saber que están muy próximos físicamente.

martes, 11 de marzo de 2014

LA ÓPERA: "Cuatro maneras de rematar una obra líricamente"

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Mozart
El siglo XVIII es el de la Ilustración, el del Enciclopedismo y en el que se impone la razón frente a los sentidos como fuente de conocimiento. Por todo ello, se le conoce también como el Siglo de las Luces, y jugando con las palabras, yo añadiría que la luminosidad que transmite la música de este periodo, bien puede contribuir a dar validez a este calificativo.
Mozart podía haber finalizado su ópera "Don Giovanni" con la gran escena en la que el famoso seductor es arrastrado a los infiernos, pero influenciado por el pensamiento ilustrado de la época, remata la obra con un excelente sexteto, donde se acaba imponiendo el sentido común, y cada uno de sus interpretes toma conciencia de la situación y afrontan su futuro pensando más con la cabeza que con el corazón.