Las proyección de óperas en cines supone una nueva forma de difusión de títulos, temporadas y nuevos montajes que pueden despertar el interés de neófitos y fervorosos seguidores, siempre teniendo en cuenta la aplastante ley de la oferta y la demanda.
La supuesta interacción que se da en un espectáculo en un teatro, donde se puede aplaudir, abuchear, vitorear, patalear o simplemente guardar un respetuoso silencio, en una sala de cine se limita a retorcerse en la butaca, afianzarse en ella, compartir una mirada de aprobación, o lo contrario, con tus cómplices acompañantes (si los hay) y el posterior comentario de lo acontecido. Esto último es un aliciente muy recomendable en ambos casos, ya que la indiferencia no conduce a nada bueno.
En un teatro se tiene una perspectiva más global, menos detallista. En los cines, se percibe más el detalle, que puede favorecer, o todo lo contrario, la apreciación de lo que vemos.