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lunes, 5 de febrero de 2018

'PETER GRIMES' DE BRITTEN. LES ARTS. 1/2/2018... UNA HORDA IMPLACABLE


El primer día de febrero se produjo el esperado estreno de 'Peter Grimes' de Benjamin Britten. La noche no invitaba a salir de casa. LLovía, y acabé empapado por la salpicadura de un charco al pasar un vehículo muy cerca de la acera por la que caminaba cuando me dirigía al teatro. Me irrité un poco y acabé resignado antes de entrar en el recinto de Les Arts. Un sentimiento que se asemeja al que transmitió el personaje titular en este montaje. La irritación por unas circunstancias adversas y la resignación final.
La lectura que Willy Decker hizo en su momento de esta obra, allá por 1994 en La Monnaie de Bruselas, permanece con el tiempo, y no es otra que las circunstancias que llevan a comportamientos que nublan la razón y trastocan los sentimientos. Grimes, cargado de sueños, es incapaz de controlarlos envuelto por el entorno y la presión de un colectivo despiadado y disfrazado de una cuestionable moralidad. Esa misma presión que le fuerza a materializar esos sueños, enriquecerse a toda costa, como vía de recuperar su maltrecha dignidad y que le impide aceptar las muestras de cariño por parte de John, el grumete sacado de un hospicio y tan necesitado de afecto que es incluso proclive a empatizar con Grimes a pesar de su maltrato.
La horda implacable que representan los habitantes de la aldea marinera se muestra teatralmente de forma magistral en esta producción, uno de los grandes aciertos de Decker. La responsabilidad y la culpa sobrevuelan en unos y en otros, y las eventualidades son las que llevan al trágico desenlace. La crueldad desestabiliza y genera comportamientos que escapan al raciocinio y debilitan la moral y Grimes es una víctima, inocente o no, de esa misma crueldad. Es complicado ejercer algo de empatía hacia él, pero es un estímulo intentar indagar en la psique y el eros de este personaje en esta ópera creada por Britten...



Gregory Kunde fue el triunfador en esta gran ópera de Britten, junto con el Cor de la Generalitat y la Orquestra de la Comunitat.
Kunde hizo un Grimes que batalla contra el rechazo. Menos atormentado y más desafiante, menos enajenado y más resignado al final, acorde con la visión de Decker. Una oportunidad muy bien aprovechada para redondear su galería de personajes de los ya varios que hemos tenido oportunidad de disfrutar en Les Arts. Que siga siendo así.
La psicología del personaje de Ellen Orford la supo reflejar bien Leath Partridge, vocalmente estuvo mejor en las partes líricas que en las dramáticas. Con una voz con más cuerpo y color su interpretación hubiera sido redonda. No le faltó proyección a la voz de Robert Bork que se metió de pleno en el papel de Balstrode. Ambos personajes representan el único apoyo que obtiene Grimes frente a la tribu aldeana, hasta que ese apoyo se desmorona ante las dudas que suscitan los hechos.
La veterana Rosalind Plowright no le sacó todo el partido que debía a su Mrs. Sedley, sus partes cantadas le restaron brillantez a su personaje. Al igual que Dalia Schaechter como Auntie, ambas resultaron algo deslucidas tanto en la presencia escénica como en la vocal.
Las dos 'sobrinas' cantadas por Giorgia Rotolo y Marianna Mappa estuvieron bien resueltas y tuvieron su oportunidad en el cuarteto del segundo acto. Ambas proceden del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo.
Profesionalidad en el resto de comprimarios, Richard Cox como Bob Boles, Andrew Greenan como swallow, Ted Schmitz como el reverendo adams, al igual que Charles Raice y Lukas Jalobski como Ned Keene y Hobson respectivamente.
Es de justicia citar la meritoria actuación de Alejandro Antelm, sin canto alguno, en el personaje del grumete, de indudable trascendencia en el devenir de la acción.



En esta ópera el coro es uno de los protagonistas y en este montaje con carácter acrecentado. Se mueve como una turba agresiva y compacta. Estuvo sobresaliente y el volumen hiriente de algunas de sus intervenciones se ajustaba a la perfección con el rechazo que transmite como personaje en sí mismo... Aquello de: 'El pueblo contra'... se manifiesta de forma explícita.
La orquesta siguió con precisión las directrices de Christopher Franklin. Este impuso fuerza y volumen y le faltó algo más de profundidad en algunas de las partes. El resultado de su dirección fue más impactante que refinada. Los interludios sonaron muy bien gracias a la excelencia de los músicos que tenía en el foso.



La escenografía y vestuario de John Macfarlane y la iluminación de Trui Malten son todo un acierto. Ambos, sin grandes pero acertados recursos, narran las escenas con una impronta teatral de excelentes resultados. Una propuesta que sigue vigente a pesar de los años transcurridos y los teatros que la han representado. 
Por todo ello el espectáculo es muy interesante. No despeja las dudas que generan la culpas y las responsabilidades, pero inclina la balanza hacia los malos tratos y elude el presunto tema de la pedofilia, implícita, según parece, en el texto original en el que se basa el libreto de Montagu Slater, el poema 'The Borough' de George Crabbe. Según el propio Britten: 'Cuanto más despiadada es una sociedad, más despiadado es el individuo'...

jueves, 14 de diciembre de 2017

'DON CARLO' DE VERDI EN LES ARTS... 'EL LEGADO'. 12/12/2017


Asistí a la segunda representación de este Don Carlo de Verdi, la del día 12, y asistiré a dos más, la del 15 y la del 21. Es imaginable que las sensaciones serán diferentes, debido a los giros que se están produciendo en todo lo relacionado con el Palau de Les Arts.
Días después de esta foto con los participantes en la obra que inauguraba oficialmente la presente temporada de ópera, se produjeron algunos hechos de singular relevancia, que ya son de sobra conocidos, por la difusión y el debate que han tenido y siguen teniendo en los medios de comunicación y en los foros adscritos a todo lo que genera la ópera en su faceta, no solo cultural, sino también político-administrativa. Con estos antecedentes, no era fácil desprenderse del presentimiento de asistir a un 'legado'. Un 'legado' como testamento de la extinta figura del intendente en Les Arts, transformada en una bicefalia que separa la gestión y su parte administrativa, de la programación y su cariz artístico. El perfil del nuevo programador definido por los responsables políticos era, como mínimo, preocupante y no presagiaba nada bueno para la continuidad del nivel alcanzado en las anteriores temporadas de ópera.
El Palau de Les Arts nació con unos planteamientos de prestigio un tanto exacerbados, que proyectaron a la Comunitat Valenciana como receptora de un turismo cultural a nivel nacional e internacional. La crisis puso en cuestión la sostenibilidad de dichos planteamientos. El reto fue, en su momento, mantenerlos adecuándose a la nueva realidad económica. Hacía falta imaginación, creatividad y compromiso para llevarlo acabo, y eso se consiguió con esfuerzos y sacrificios, superando trabas y administrando los recursos. Esta parte positiva no ha sido valorada lo suficiente, o lo ha sido a posteriori, creando una situación que deja una gran incertidumbre y malestar en los implicados en este proyecto. Los representantes políticos parece que están enmendando la plana, dando ahora una nueva visión de sus intenciones de dar una continuidad a lo alcanzado hasta ahora. Veremos en qué quedan estos cambios en su discurso.     
 

Foto de Miguel Lorenzo
Entrando en la crónica de la velada referida de este supuesto 'legado', las sensaciones fueron buenas e incluso en algunos momentos muy buenas. La leyenda negra en torno al reinado de Felipe II que sobrevuela en esta ópera de Verdi, plasmada ya en la obra de Schiller, 'Don Karlos, Infant von Spanien', en la que se basa su libreto, venía muy a cuento dado el cariz que estaba tomando la dimisión de Davide Livermore como intendente de Les Arts. 
La elección de esta producción procedente de la Deutsche Oper de Berlín me parece todo un acierto. Marco Arturo Marelli, como responsable de la dirección de escena, la escenografía y la iluminación, consigue crear la atmósfera adecuada jugando con los espacios y las luces para narrar la acción, a la que le da un carácter más reivindicativo en contra de la opresión por los poderes eclesiásticos del que ya posee el texto. Para ello, se toma algunas libertades, como transfigurar la voz del cielo en una madre con su hijo en brazos, al que arrebatan los clérigos, y modificar el final con el fusilamiento de Carlo y los representantes flamencos. La escenografía es sencilla pero no simple y acaba siendo efectiva en los resultados obtenidos por el director suizo. Acorde a esta atmósfera está el diseño del vestuario hecho por Dagmar Niefind. 
Curioso, no siendo la noche del estreno, que el cuerpo técnico del teatro volviera a salir a saludar al final de la representación, recibiendo el aplauso del público por su labor.   
Opciones como esta propuesta forman parte del criterio que se debería tener, para mantener la programación de un teatro dentro de un nivel mínimo de calidad e interés.


Foto de Miguel Lorenzo
Don Carlo es una ópera que requiere voces que le hagan justicia y eso se consiguió con algunos pequeños matices. 
El tenor italiano Andrea Carè cantó la parte de Don Carlo con una voz prometedora y no exenta de belleza, pero sin visos de expresividad, con un fraseo algo tosco que tendría que pulir y con agudos que no terminan de expandirse, sonando algo estrangulados.
Plácido Domingo, en el idealista y noble papel de Rodrigo, sigue dando lecciones de cómo cantar Verdi. Está, sin duda, lejos del color de voz de un barítono, pero logra, aún, destellos de lo que fue su reconocible timbre vocal, y es capaz de hacer entrañable su personaje estando tan lejos, por edad, del perfil de Rodrigo como amigo de la infancia del Infante.
Del personaje de Elisabetta se hizo cargo en esta ocasión la soprano mexicana María Katzarava, ganadora del concurso Operalia celebrado en Canada en 2008, y que alterna funciones con María José Siri. La voz es de calidad y tiene los registros adecuados para defender su personaje con capacidad. Es expresiva en su canto y esto le ayudó a conquistar al público en su debut, con una muy meritoria actuación.
Filippo II es un bombón de personaje para cualquier bajo que se precie, ya que la acción gira mayoritariamente en torno a él. Tiene el aria, 'Ella giammai m'amò', que es un auténtico regalo de Verdi para los oídos. Alexander Vinogradov, en este papel, se llevó uno de los mayores aplausos de la noche. Tiene una voz grande y como muchas de ellas son difíciles de moldear. En la célebre aria consiguió transmitir el estado anímico requerido con un canto intencionado, fue su momento. Su triunfo fue más por volumen que por un modulado fraseo. Un Felippo II, de mucho peso vocal.
Violeta Urmana hizo una Eboli de muchos arrestos, con el temperamento preciso. En el registro central y bajo posee color y enjundia, pero los agudos son ya algo gritados y problemáticos, su etapa de soprano dramática quizá le ha pasado factura, aún así, dejó claro su nivel artístico y su interpretación fue totalmente entregada.
Marco Spotti compitió en volumen en su dúo con Filippo, pero le faltó algo más de oscuridad en su timbre lo que le restó rotundidad en algunas de sus frases como Il Grande Inquisitore. Cantó estupendamente, pero le quedó algo desdibujado su terrible personaje.
Remarcables fueron las intervenciones, en sus comprimarios papeles, de Rubén Amoretti como un frate, cuyo transito de tenor a bajo ha tenido unos resultados muy dignos y es un reto para la ciencia canora; de Karen Gardezabal en la parte de Tebaldo y de Matheus Pompeu como Il Conde di Lerma. Una voce dal cielo, que suena siempre fuera de escena fue presencial en esta ocasión, como ya se ha dicho, y Olga Zharikova cantó la parte con notables resultados.
También destacables los seis diputados flamencos en su hermosa parte cantada en el mencionado auto de fe, fueron: Javier Galán, Manuel Mas, Valentin Petrovici, Pedro Quiralte, David Sanchez y Arturo Espinosa. 
Hay que valorar en su justa medida la intervención del Cor de la Generalitat Valenciana. Perfecto, tanto en las voces femeninas como en las masculinas. Demostraron su elevado nivel de forma espectacular al final de la primera parte, actos primero y segundo, y a todo lo largo de la representación. Una gozada.



Ramón Tebar, encargado de abrir la presente temporada al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, estuvo inspirado. Ya ha demostrado su afinidad con Verdi en anteriores oportunidades en este mismo teatro y en esta ocasión tampoco defraudó. Supo sacar del foso un sonido esplendoroso y aterciopelado en los momentos clave. Con un tempo lento sin perder la línea del discurso sonoro y consiguiendo un empaste con las voces propio de un estupendo director de foso, luciéndose en los momentos orquestales y replegándose en los acompañamientos. Un Verdi de altura.
Los integrantes de la orquesta al igual que los del coro tuvieron su noche, y ambos conjuntos como cuerpos titulares de este teatro, dejaron constancia de que son los que siguen marcando el prestigio adquirido por Les Arts, a pesar de los momentos de transición e incertidumbre por los que pueden estar pasando. 



Esta ópera de Verdi, 'Don Carlo' o 'Don Carlos' en su versión original, no es un 'tiramisú' de dulce y suave ingestión, es más bien un 'cocido', por aquello del tema español, con muchos ingredientes, que juntos y consumidos con mesura y templanza proporcionan placeres que se van descubriendo poco a poco. Es densa, intensa, dramática, con escasos momentos de optimismo, solo el dúo de Carlo y Rodrigo, con su canto a la amistad y a la libertad ilumina un tanto la partitura, el resto es bastante sombrío, de una belleza por momentos mórbida, por momentos lírica, con alguna rendición al espectáculo, como el reiteradamente mencionado concertante del segundo acto previo al descanso en esta versión de solo cuatro. Con todo esto es difícil conseguir una versión redonda al cien por cien y programarla es un riesgo para cualquier teatro. Les Arts ha puesto sus ingredientes, y como estamos en Valencia, se puede decir que el 'puchero' ha salido con buen sabor. Para repetir... 

martes, 23 de mayo de 2017

'WERTHER' DE MASSENET. Palau de Les Arts 20/mayo/2017... SIN REDENCIÓN


En las óperas no se da la posibilidad de destripar el desenlace antes de ir a las representaciones. Ya se conoce el final, y en el 'Werther' de Massenet su final es una escena fundamental que culmina el tercer y cuarto acto representados sin interrupción. 
El responsable de la dirección de escena de esta propuesta de Les Arts es Jean-Louis Grinda. Su idea de narrar la historia a modo de flashback era sugerente, aunque su modo de resolverla sobre la escena no lo fue tanto. Por el lado más positivo refuerza ese carácter monolítico que muestra el enamorado poeta desde el principio y por el lado contrario, esos angelitos que hacen acto de presencia en la escena final, lo que consiguen es que el intimista y trágico desenlace quede más bien desangelado.
De la escenografía y vestuario de Rudy Sabounghi destacar el papel primordial que adquiere el enorme espejo y el fondo de bosque que se hace presente y desaparece según el momento requerido. La iluminación de Laurent Castaingt y la videocreación de Julien Soulier suman algunos puntos positivos a la, en parte, fallida idea de Grinda.



El ecléctico Henrik Nánási, fue el encargado, junto con la Orquestra de la Comunitat Valenciana, de transmitir la partitura de Massenet. Ambos fueron los que elevaron el nivel en la noche del estreno. Gracias a la lectura del maestro húngaro y a la respuesta de los músicos se pudo vislumbrar esos momentos de emoción que faltaron en algunos de los otros componentes en los momentos más esperados. Uno de los mayores atractivos de esta ópera es precisamente el discurso musical que el compositor creó para narrar la historia y ambos supieron hacerlo con un destacable resultado.



Jean-François Borras y Anna Caterina Antonacci, dando vida a Werther y Charlotte respectivamente, estuvieron dispares. El tenor frances, mucho más próximo al ideal y juvenil poeta, jugando bien sus bazas vocales y su idiomático origen. Empleó con notable efecto las medias voces, los falsetes y su brillante agudo, que se proyectaba bien en los plenos orquestales y supo transferir la melancólica personalidad del personaje. La mezzosoprano italiana, con un bagaje de cantante actriz considerable, mostró un desgaste vocal y una falta de proyección sonora que deslució su prestación. En su faceta de actriz y con una espléndida madurez, fue Charlotte, pero la voz no le acompañó para redondear su actuación.
La Sophie de Helena Orcoyen estuvo bien cantada y la soprano española dio muestras de su potencial, dada su juventud.
Al poco gratificante personaje de Albert, le dio 'vida' Michael Borth con cierta falta de entidad vocal y su prestación fue un tanto acorde a su personaje. Tanto Borth como el resto de comprimarios proceden del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo. que está dando un ramillete de jóvenes cantantes que defienden bien sus intervenciones, como quedó patente en la reciente 'Lucrezia Borgia' en este mismo teatro. A Michael Borth le quedó un poco grande para su voz de barítono el papel de consorte de Charlotte.
Efectivos estuvieron Alejandro López como Magistrado y padre de las criaturas, Moisés Marín y Jorge Álvarez en la piel de la pareja de amigos del Magistrado y amantes del buen vivir y Fabián Lara y Iuliia Safanova como Brühlmann y Käthchen respectivamente. 
A falta de coros en esta ópera la escasa parte coral y actoral la defendieron las voces infantiles de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats y la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet.



Un Joven y prometedor Werther, una Charlotte que no llegó a serlo del todo, arropados por un orquesta en estado de gracia y un director que sabía muy bien lo que hacía, y todo envuelto en un montaje con algunas ideas sugerentes irregularmente resueltas, es lo que dio de sí la noche del estreno de esta esperada ópera de Massenet. Dejando una sensación casi tan quebrada como el estado en que queda el espejo mientras suena el preludio. Sin redención, como el propio Werther...

viernes, 19 de mayo de 2017

MAÑANA SE ESTRENA 'WERTHER' DE MASSENET EN LES ARTS


Esta novela de Goethe se publicó por primera vez en 1774 y la ópera 'Werther' de Massenet basada en esta obra se estrenó en Viena en 1892, con su libreto originalmente en francés traducido al alemán. Hay un lapso muy considerable entre ambos hechos, lo que hace que estas dos obras pertenezcan, por las fechas en que se dieron a conocer, a dos periodos culturales muy diferentes y contrapuestos, la literaria al Clasicismo y la musical al Romanticismo. Goethe se adelantó con esta obra a su época e influyó considerablemente en la literatura plenamente romántica de las décadas posteriores. Massenet, cuyo periodo vital coincide de pleno con el Romanticismo, fue catalogado de conservador o más bien, de reacio a las innovaciones por algunos de sus colegas. Quizá, estas premisas puedan dar alguna explicación, más o menos coherente, a la perfecta simbiosis de espíritu que estas dos obras tan dispares en el tiempo consiguen transmitir.
Esta ópera de Massenet representa, en extremo, algunas de las ideas que fueron el estandarte del movimiento romántico que predominó en el siglo XIX y hasta los primeros años del XX. La exaltación de la naturaleza, el sentimiento trágico de la vida, la primacía del individuo... Todo esto se refleja en el libreto y en la música que le acompaña de forma magistral. Tiene un carácter intimista que remarca este individualismo, por lo que no hay coros, solo unas voces de niños cantando a la Navidad. Frente a algunas escenas más 'pastoriles' para relajar tensiones, predominan las que te llevan al presentimiento del inevitable final, un final trágico, sin redención alguna, que se acaba asumiendo como inevitable.
Si la historia que cuenta el libreto puede parecer anacrónica por lo que supone quitarse la vida por un amor imposible, ya queda reflejado en el primer párrafo de estas notas, que lo anacrónico, algunas veces, queda relativizado con el tiempo. Más nos lo debería de parecer las muertes por un amor mal entendido que se dan en la actualidad. Y siempre será más ético y hasta más estético, un suicidio por amor que un 'la maté porque era mía'... donde no es admisible ni lo uno ni lo otro. 
Al bucear en la psique del Werther de Massenet puede sobrevolar cierta laxitud, pero la música del compositor francés se contrapone a ella con ejemplar efectividad.


Foto de los ensayos. Cortesía de Les Arts
No es fácil interpretar a los dos personajes principales de la obra. No lo es, conseguir un equilibrio entre la melancolía existencial del joven poeta enamorado sin esperanza y la atmósfera de tragedia que se respira desde el preludio mismo y a lo largo de muchos momentos de sus cuatro actos. Werther, es un personaje un tanto monolítico. Aparece ya vulnerable desde el inicio, mostrando una desdicha que no concibe consuelo terrenal. Busca este consuelo invocando a la naturaleza y a su sentimiento religioso sin conseguirlo. El de Charlotte transmite sutiles aristas en el trasiego de la narración. Una contención en su diatriba entre deberes y querencias, dejando traslucir atisbos de sentimientos de culpabilidad y un reconocimiento final de su amor hacia Werther.
No hace falta añadir que todo el peso de la obra gira entorno a ellos dos y la partitura no deja de trasmitir esta sensación. Massenet se esmera con sus intervenciones, tanto en solitario como en sus dúos, en las que consigue un vuelo lírico y sentido del drama digno de encomio. Los demás personajes que completan la ópera son meros satélites bien dibujados, aunque son eclipsados por la trágica historia de amor inalcanzable de los dos protagonistas. Entre estos 'satélites' cabe mencionar a Sophie, hermana adolescente de Charlotte y a Albert, prometido y resignado consorte de esta última. Completa el cuadro familiar Le Bailli, el viudo progenitor de las dos jóvenes hermanas.
Sumergirse en el espíritu romántico, en toda su amplia extensión, que esta pequeña joya de la ópera destila es un ejercicio de empatía muy recomendable. Todo es cuestión de dejarse llevar por esos pequeños éxtasis de belleza sonora salpicados de sutilezas instrumentales, expresión dramática y la psicología de la época.


Rueda de prensa de la presentación de 'Werther'
Presentación de la obra en rueda de prensa de los principales responsables de la propuesta: Anna Caterina Antonacci, Charlotte. Henrik Nánási, director musical. Jean-Louis Grinda, director de escena. Jean-François Borras, Werther. Davide Livermore, en el centro de la imagen e intendente de Les Arts.
Mañana sábado día 20 de mayo, es el estreno y la primera oportunidad de constatar los resultados de esta nueva producción en la que se embarca el coliseo valenciano junto con la Ópera de Montecarlo. Promete, ya veremos...

Audio de Jean-François Borras cantando 'Pourquoi me réveiller' en el MET en 2014.


lunes, 3 de abril de 2017

'LUCREZIA BORGIA' DE DONIZETTI. Palau de Les Arts 1/abril/2017... 'EL VENENO DE LA ÓPERA'


Por un juego del destino asistí a la función del 1 de abril de 'Lucrezia Borgia' de Donizetti, que en la temporada vigente se representa en el Palau de Les Arts, y ese mismo día se procedía a retransmitir en 'streaming' dicha función, siendo la primera vez que este tipo de difusión se realizaba desde este teatro de ópera. La jugada fue perfecta, porque no solo disfruté de una velada para el recuerdo, sino que me han concedido el placer de poder revivir la experiencia gracias a 'The Opera Platform' y a otras páginas que difunden el vídeo de esta destacable noche de ópera.
Es una obra que requiere de cuatro voces protagonistas y unas cuantas más en papeles secundarios que tienen su peso en la narración de la trama. Son todas voces masculinas menos la de la protagonista y la voz del personaje, travestido, de Orsini. Esta premisa hace que cada aparición de la soprano que se enfrenta al papel de Lucrezia, tenga un especial relieve. Donizetti ya se encarga de hacer el resto, para destacar cada una de sus apariciones.




La encargada de dar este 'especial relieve' en esta producción de Les Arts fue Mariella Devia, veterana artista que conserva un dominio de la voz para estas lides del bel canto, que se puede calificar como un prodigio de la naturaleza en esta etapa de su carrera. Es muy loable la inteligencia con la que maneja sus medios vocales para, sin forzar su instrumento, transmitir los estados de ánimo a la que le somete esta partitura. Estuvo sublime aunando belleza en el canto, tal como se requiere en estas obras, y expresividad a la hora de transmitir el texto. Una lección de estilo y un placer para los sentidos.
El conjunto de voces reunido para la ocasión fue muy homogéneo lo que contribuyó a que el nivel de lo escuchado fuera muy notable. Así lo fue la intervención de Marko Mimica como Don Alfonso, consorte de Lucrezia, tanto por la presencia como por la voz. Su papel de villano vengativo y manipulador lo resolvió con seguridad. Se lució en su aria y dio una estimable réplica en su dúo con Lucrezia del primer acto.
El papel de Maffio Orsini le viene como anillo al dedo a Silvia Tro Santafé, con un registro amplio y sonoro y estuvo perfecta en su rol de amigo y cómplice de Gennaro.
La intervención de William Davenport fue algo más plana, dando síntomas de alguna peculiar inseguridad en la emisión de la voz, atractiva por otro lado, pero le faltaron esos pequeños matices que algunas frases requieren para redondear su labor. Su participación estuvo más cerca de un Nemorino que de un héroe afligido y romántico, aunque en esto también tuvo algo que ver la idea del director de escena. 
Acierto pleno en los elegidos para los papeles secundarios que pusieron su granito de arena para que la velada llegara a buen fin. Rustighello, hombre de confianza de Don Alfonso, fue interpretado por Moisés Marín. Los dos personajes más próximos a Lucrezia, Gubetta y Astolfo, fueron defendidos por Andrea Pellegrini y Michael Borth respectivamente y los cuatro restantes amigos de Gennaro fueron cantados por Fabián Lara, Alejandro López, Simone Alberti y Andrés Sulbarán, dando vida correspondientemente a Liverotto, Gazella, Petrucci y Vitellozzo. 




El responsable de la dirección de escena es Emilio Sagi. La escenografía es de Llorenç Corbella. El vestuario ha sido diseñado por Pepa Ojamguren y la llamativa iluminación es de Eduardo Bravo.
El montaje es muy vistoso y facilita la narración de la trama. La escenografía ha sido definida por sus propios creadores como abstracta e intemporal, con un juego de luces y colores de bella factura y un vestuario que se integra a la perfección con dicha definición. Hay que destacar el color rojo del atuendo de Lucrezia en la última escena de la ópera, resaltando con acierto su entrada en escena y su importancia dramática.
Sagi da sus toques teatrales no exentos de intención, como ese vaivén de las letras que transcriben el nombre de 'BORGIA' al que son sometidas por parte de Don Alfonso, dejando constancia de la lucha de poder que supone estar casado con una Borgia. Ese 'estar en las nubes' de Gennaro, un tanto naif, implicado con su maqueta y que todo le sobreviene muy a su pesar. Y su toque más personal, el carácter ambiguo que le da a la relación de este con su gran amigo Orsini, con ese beso que le roba a Gennaro durante su dúo del segundo acto.    
El resultado es atractivo, brillante, práctico para narrar los hechos y algo que también es importante, eficaz para la proyección de las voces.




La orquesta de la Cominitat Valenciana, sonó algo diferente a lo que en ella es habitual. Fabio Biondi, con su bagaje historicista de la música barroca, le dio un sonido más pulcro y claro, algo más transparente y adaptándolo a las exigencias del bel canto. Esto supuso una presencia con menos afán de protagonismo, dejando fluir las voces y acompañándolas con mimo. El resultado fue pragmático, funcional y meritorio. con notables aciertos como el concertante final del prólogo, y la absoluta compenetración con Devia en su aria de inicio y en su cabaletta del final de la obra. 
El coro de la Generalitat Valenciana, con preponderancia de las voces masculinas, estuvo a la altura esperada, aunque su participación en esta obra no es tan 'preponderante' como en otras ocasiones.   

No es la primera vez que Biondi se adentra en los terrenos del bel canto italiano decimonónico. Ya lo hizo, en años anteriores, en el Palau de la Música de Valencia con sus versiones en concierto de las óperas: Anna Bolena del mismo Donizetti y Norma de Bellini. Siempre es un aliciente añadido escuchar lo que un especialista en Vivaldi como él, puede aportar a este estilo operístico tan alejado del Barroco.

La conclusión es que la primera retransmisión en 'streaming' desde el Palau de Les Arts, ha sido una oportunidad, muy bien aprovechada, para dar a conocer y consolidar la positiva labor que se está realizando desde este, para algunos estamentos estatales, 'contenedor de óperas'... Una buena ocasión para inculcar 'el veneno de la ópera' con 'el veneno de los Borgia'...

http://iopera.es/lucrezia-borgia-de-donizetti-en-les-arts/
Copiando esta URL se puede disfrutar de la representación e incluso guardar para los archivos...

domingo, 26 de marzo de 2017

HOY SE ESTRENA 'LUCREZIA BORGIA' DE DONIZETTI EN LES ARTS

Lucrecia Borgia (supuesto retrato en
La disputa de Santa Catalina, de Pinturicchio)
'Lucrezia Borgia' de Donizetti se estrena hoy en Les Arts. La visión que se puede tener de la auténtica Lucrecia de Borja, de estirpe valenciana, está cargada de leyendas y cuentos amorales que han hecho de esta mujer todo un personaje. Un personaje falto de ética, cruel y pérfido, cargado de especulaciones y objeto de múltiples legados literarios y cinematográficos.
Donizetti y su libretista, Felice Romani, se inspiraron en la obra de Victor Hugo para crear un melodrama de corte trágico, en el que se prescinde de otros aspectos más libidinosos de la supuesta vida de la hija del Papa Alejandro VI, y se centran en su enfrentamiento como madre en el devenir de la trama. En el prólogo ya queda expuesta la perversa fama y el perfil siniestro que la acompaña. En los dos actos que siguen se relata su funesto y maternal destino.
En esta ópera belcantista y romántica por excelencia, no hay una historia de amores pasionales y desencuentros al uso, hay un conflicto entre el amor hacia un hijo secreto y los celos y el deshonor por las falsas interpretaciones de ese amor, lo que lleva a la protagonista a un desenlace no deseado.
En el bel canto se corre el riesgo de que las 'cabalettas', que son propias de dicha corriente operística a la que Donizetti se entregó con esmero, desvirtúen el sentido dramático del texto. El propio Donizetti quería buscar la forma de enfatizar la teatralidad de los personajes con un canto y una música que expresaran los sentimientos y situaciones sin tener que recurrir a ejercicios vocales en busca de la mera exhibición y la belleza en las partes cantadas, y a su vez, que la parte musical no se limitara a un mero acompañamiento a los cantantes. Para entendernos, sería como si nos dieran una mala noticia cantada a ritmo de jota. Los peajes que se vio obligado a pagar el compositor para complacer a los divos y divas de turno y a los gustos del momento, no le permitieron llevar a cabo, del todo, sus intenciones. Como ejemplo está la exigencia de la soprano que cantó en el estreno en La Scala en 1833, Henriette Méric-Lalande, la cual obligó a Donizetti a componerle una 'cabaletta', modificando el final previsto, por puro divismo y de esta manera, finalizar la ópera con una exhibición de sus facultades, más allá del potencial dramático que la escena final requería.

Esta obra se representa poco y no es por demérito de sus cualidades, más bien, es por su dificultad vocal. Cuando surge una cantante con facultades e interés en interpretar el papel se representa, porque no en vano, es una muestra muy interesante de lo que se llamó el belcantismo italiano del siglo XIX. 
El libreto tiene enjundia, esto rueda a su favor, y por otro lado está la labor del compositor de Bérgamo, al intentar que el bel canto y el drama corrieran algo más parejos, sin caer en situaciones insulsas y que a veces pueden rozar el ridículo. El canto florido y ornamentado esta muy bien y es un placer, pero si además hay 'carnaza' mucho mejor para los tiempos actuales.




Este es el equipo que se enfrenta a este reto. La veteranía de Mariella Devia y la valenciana Silvia Tro Santafé, son dos valores seguros y con experiencia, las intenciones de Fabio Biondi crean buenas expectativas y la puesta en escena de Emilio Sagi parece, por lo visto en algunas imágenes, brillante y sugerente. Completan el protagonismo de esta propuesta William Davenport y Marco Mimica.




La absoluta protagonista de esta ópera de Donizetti en Les Arts es Mariella Devia, en el escenario todo gira en torno a ella y su personaje, Lucrezia Borgia, y es de esperar que nos proporcione grandes momentos, como ya lo hizo en la Norma de hace dos años en este mismo escenario.
La veremos y la escucharemos...

jueves, 16 de febrero de 2017

LA TRAVIATA DE VERDI EN LES ARTS. 15/feb/2017... 'NI MÁS NI MENOS'


Que 'La Traviata' es de Verdi no lo pone nadie en duda, pero son tantas las que se han representado, que para distinguirlas hay que ponerles alguna etiqueta. Esta que se exhibe en Les Arts estos días, se la conocerá por estos lares como la de Valentino, más que por la de Sofia Coppola, su directora de escena.
El día del estreno fue un acontecimiento social con alfombra roja incluida. El que hizo acto de presencia y expuso su lustre ante las cámaras fue Valentino Caravani. La ilustre directora de cine, hija del gran Francis Ford Coppola, no se pudo desplazar a Valencia por motivos de agenda.
El nombre del famoso modisto de alta costura aparece, en primer lugar, como corresponsable del vestuario y de la creación de esta producción, así que remitiéndome a los papeles y a los posados, esta 'Traviata' es la de Valentino.



Esta foto que ilustra estas notas, corresponde al 9 de febrero, día del estreno. La función a la que asistí como abonado fue a la de ayer 15 de febrero y los comentarios que siguen hacen referencia a dicha función. El teatro estaba a rebosar y parece que la tónica va a ser la misma en todas las restantes funciones. Un éxito, no sé si debido a Verdi, a Valentino, a Coppola, al intendente Livermore, o a todos ellos juntos y a la repercusión mediática del 'acontecimiento operístico'.



Para mí, esta 'Traviata' será la de Ramón Tebar, por mérito, y la de Marina Rebeka, por ser la protagonista.
Tebar es un buen director de orquesta y lo demuestra cada vez que se pone al frente en el foso de Les Arts. Su 'Aida' del año pasado en este mismo escenario fue para el recuerdo y en estas funciones de 'La Traviata' ha vuelto a demostrar su oficio y su claridad de ideas. Donde no llegaban a transmitir algunas voces lo hacía él con la orquesta, a la que ha hecho sonar en buena forma y consiguió transferir, en su justa medida, la carga de emotividad que conlleva esta partitura.
La Orquesta de la Comunitat y el Cor de la Generalitat siguen dando muestras de su nivel y son un baluarte que siempre hay que tener en cuenta.
La soprano letona supera el papel de Violetta sin problemas técnicos, es una excelente cantante, pero un tanto fría en la expresión. El tercer acto lo resolvió mucho mejor de lo esperado, gracias al acompañamiento que la batuta de Tebar le proporcionó desde el foso.
El Alfredo del mexicano Arturo Chacón-Cruz fue mejorando a lo largo de los actos, pero pasará sin pena ni gloria a los anales de la ristra de enamorados de Violetta que en la historia han sido.
El papel de Giorgio Germont, padre de Alfredo, no es muy largo y eso le permite a Plácido Domingo dar lecciones, aún, de cómo frasear con intención y enfatizar donde toca, sin desfallecer en el intento.


El resto de personajes que intervienen en mayor o menor medida fueron defendidos por integrantes del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, como ya va siendo habitual en Les Arts, y por algunos componentes del Cor. Entre ellos se puede destacar, por su directa relación en el devenir de la protagonista, a Anna Bychkova y a Olga Zharikova como Flora Bervoix y Annina respectivamente. Todos cumplieron con su labor.
El ballet del segundo acto fue resuelto con el toque de elegancia que presidió todo el montaje. En un intento de no caer en este pasaje de la obra en un mero trámite, se le prestó una especial atención y se resolvió con profesionalidad.  

Toda la producción es de altos vuelos, tradicional, diáfana en algunos cuadros y no exenta de estética. No aporta ese algo más que muchas veces se agradece cuando se está curtido en 'traviatas', ni tiene menos interés para los que no lo están tanto. Es vistosa pero no recargada y fiel al libreto. La escenografía de Nathan Crowley gira en torno al lucimiento de la protagonista y sus atuendos. La impresionante escalera del primer acto no sé si fue idea suya o una imposición de Valentino, para crear una de las imágenes que se quedan grabadas en la memoria. Ver a Violetta Valéry sola, descendiendo la escalinata arrastrando la cola de su vestido, que se desliza por los escalones mientras suena la música al inicio de la obra, tiene impacto y es un buen comienzo, no se puede negar. Lo que sigue ya es más o menos convencional y Coppola o Marina Bianchi en esta reposición procedente de la Ópera de Roma, no aportan ni mucho más ni hacen de menos esta 'Traviata' de Verdi... con toque Valentino.   

Algo que me he cuestionado en esta propuesta de Les Arts para la presente temporada, con toda la parafernalia de altos vuelos que ha llevado consigo, es si su fin es captar fondos mediáticamente sin romper la filosofía defendida por el intendente Livermore, o supone un cambio en la mentalidad de acercar la ópera a todos los públicos sin merma de su visión como arte total y sin perder la intención de hacerla un poco más contemporánea... El tiempo lo dirá.



miércoles, 14 de diciembre de 2016

'I VESPRI SICILIANI'. LES ARTS. 13/12/2016



Sin Elena no hay 'I vespri siciliani'... Esto es lo que parece que se tradujo el día del estreno con la participación de Maribel Ortega, con medios vocales insuficientes para afrontar el papel según han reflejado las crónicas del evento. No estuve ese día, así que me limito a reflejar dichas crónicas.
Yo asistí ayer a la segunda función, en la que cantaba Sofía Soliviy, la otra soprano prevista para sustituir a Anna Pirozzi en estas funciones, tras causar baja por su estado de gestación.
Iba con los ánimos contrariados y salí con cierto disfrute. Hay alicientes suficientes para ello, como el trío masculino de protagonistas, el Cor de la Generalitat, la Orquesta de la Comunitat... y la estimulante producción, en muchos momentos, del intendente de Les Arts Davide Livermore.


Foto E. Moreno Esquibel
El montaje, que actualiza el libreto a nuestro tiempo, es político, con toques irónicos y, aunque muy italiano en su relato, universal. Hay referencias más o menos directas, a los asesinatos de los jueces Falcone y Borsallino, a Berlusconi flotando por el ambiente y a Mediaset con sus 'Mama chicho' también, a la manipulación y control de los medios de comunicación y la violencia como forma de ejercer el poder, al machismo, a la pérdida de identidad y de criterio como resultado de frivolizar la política y la sociedad... Cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Las relaciones de los personajes y sus motivaciones están contadas según refleja el libreto, que dicho sea de paso, no era del completo agrado de Verdi. No faltan las diatribas y requerimientos paterno-filiales, de pareja y sus luchas internas entre el amor, el honor, el deber, el deseo de venganza y el perdón, señas de identidad en la gran mayoría de sus obras.
Los toques políticos con la presencia de un parlamento en la escenografía en escenas corales que pueden parecer ridículas, no hacen sino reflejar la realidad parlamentaria y política de los últimos acontecimientos, por estos lares y más allá de los mares, que no dejan de tener un tufillo de ridiculez...
Hay que mencionar la participación de algunos de los integrantes del Ballet de la Generalitat, que pusieron su vistoso granito de arena en esta ópera tan multitudinaria.


Foto E. Moreno Esquibel 
La parte musical estuvo bien servida, aunque con algunas connotaciones...
En lo vocal, el Cor de la Generalitat volvió a dar muestras de su calidad, tanto por empaste y sonoridad como por implicación en la escena.
Gregory Kunde ha cantado muchas veces el papel de Arrigo y hay pocos tenores que se atrevan con él. Con eso está ya dicho casi todo. Aún es capaz de cantarlo con suficientes recursos, incluido un falsete en forte al final de su aria del quinto acto.
Juan Jesús Rodriguez expuso como Monforte su excelente voz de barítono verdiano, al que le faltó matizar un poco más sus medias voces para redondear su labor.
El tercer protagonista masculino en discordia, es Procida, que tuvo en la sonora voz de bajo de Alexánder Vinogradov un buen servidor, luciéndose en su aria de entrada 'Oh tu Palermo'.
La comprometida partitura a la que se enfrentan las arriesgadas que se atreven a asumir el papel de Elena estuvo cantada, en esta ocasión, por la ucraniana Sofía Soloviy. Algún ligero sonido entubado en las notas bajas y el desigual color de voz no impidieron que saliera airosa en las partes dramáticas más comprometidas, y dejara algunas muestras de solvencia en los concertantes y en sus dos peliagudas y más conocidas arias de la parte final, actos cuarto y quinto, por las dos diferentes tipologías de voz que requieren.  
Homogéneos y cumplidores con el resto de personajes de esta obra tan coral. Andrea Pellegrini, Cristian Díaz, Nozomi Kato, Moisés Marín, Andrés Sulbarán, Jorge Álvarez, Fabián Lara en sus respectivos papeles de Il Sire di Berthune, Il Conte Vaudemont, Ninetta, Danieli, Tebaldo, Roberto y Manfredo.
La Orquestra de la Comunitat sonó en buena forma bajo la batuta de un Roberto Abbado, que no llegó a sacar todos los matices de esta partitura a medio camino entre la gran ópera francesa y el melodrama italiano del gran Verdi. Sí concertó y siguió con esmero a los cantantes y tuvo momentos de inspiración, pero el equilibrio y la tensión quedaron perjudicados por algunos excesivos contrastes.

'Elena' puede ser un tema disuasorio, pero como ya he dicho, hay elementos para poder disfrutar de un espectáculo con el que poder llegar a tener buenas, musicales e irónicas sensaciones...



miércoles, 27 de abril de 2016

'IDOMENEO' DE MOZART- PALAU DE LES ARTS- 24/ABRIL/2016... 'UNA ODISEA'


La Odisea, la clásica de Homero, aunque de soslayo, algo tiene que ver con el argumento de esta ópera. La inspiración para este montaje le vino a Livermore, responsable de la puesta en escena, de la otra Odisea, la del '2001', la fascinante obra cinematográfica de Stanley Kubrick. Con esta mezcla de epopeyas llegué a la conclusión que montar esta obra era una odisea..., un reto que se ha saldado con unos resultados notables.
La genial música de Mozart y la genialidad de Kubrick, juntas y algo revueltas, eran un aliciente para asistir a estas representaciones.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana dio muestras de su enorme versatilidad. En esta ocasión tenía el reto de transmitir la pureza, la claridad y la luminosidad de la música de Mozart y, al mismo tiempo, integrarse en el desarrollo de los planteamientos dramáticos de la escena. La sonoridad procedente del foso fue muy gratificante.
Fabio Biondi, al frente de la orquesta, hizo una meritoria labor y llevó a buen termino esta monumental partitura. Los recitativos son fundamentales en estas obras. Se notó el trabajo en los ensayos y el resultado marcó el notable nivel musical alcanzado. Las más de tres horas de música que contiene esta ópera seria, fueron expuestas con una coherente intensidad dramática. Biondi era consciente de la dificultad de mantener el pulso sin caer en desequilibrios y lo consiguió con mucha solvencia.
      
En lo vocal también se logró unas estimables prestaciones. En esta segunda función del domingo 24 de abril, todo fluyó mejor que en la función del estreno tres días antes. Asistí el 21 a la primera representación, pero la visión parcial que tuve desde mi localidad me indujo a esperar a esta segunda función para dejar mis notas.

Gregory Kunde, el Idomeneo protagonista, está un tanto alejado del estilo mozartiano a estas alturas de su carrera. Su experiencia y magisterio en el bel canto decimonónico le permitió salir airoso. Su voz y canto estuvo muy presente y con cierta prudencia y sin alardes, dio la talla como rey de Creta.
La mezzosoprano Monica Bacelli, declaró en la presentación a la prensa, previa a estas representaciones, que le resultaba difícil el papel de Idamante, al tener que hacer de hombre. Esta supuesta dificultad la superó con creces. Bordó los recitativos, matizando con pleno dominio sus recursos vocales. Su canto no fue espectacular, pero estuvo siempre al servicio de la expresión y fue muy convincente dando vida al joven príncipe.
La generosa y enamorada princesa Ilia estuvo encarnada por la joven soprano brasileña Lina Mendes. Una voz atractiva y dúctil, con suficientes recursos para brillar en todas sus intervenciones.
Carmen Romeu, soprano valenciana de voz sonora, hizo de Elettra una potente creación, muy acorde con el visceral personaje. Quizá le faltó matizar algo más. En su última y difícil aria impactó vocalmente y su presencia en escena fue muy eficaz.
Emmanuel Faraldo quedó algo deslucido por falta de proyección vocal, aún así, cantó con mucha corrección el personaje de Arbace.
Michael Borth como sumo sacerdote y Alejandro López como la voz, que interviene al final del último acto, completaron el cuadro de protagonistas. Ambos estuvieron muy correctos.
El Cor de la Generalitat Valenciana, muy presente en esta obra, no solo en lo vocal sino también en la presencia escénica, proporcionó otra noche para el recuerdo. Cantar como lo hacen e implicarse de ese modo en lo teatral, es una muestra de profesionalidad y excelencia, reconocidas ambas cualidades por todos los que tienen la fortuna de trabajar con sus componentes.
Mozart puso su excelente música y Biondi situó los "balletti" en dos momentos de la representación, que según sus palabras, no interfirieran demasiado en el discurso dramático. Los componentes del Ballet de la Generalitat, también muy involucrados en diversos momentos escénicos, resolvieron la acuática coreografía de Leonardo Santos con sugestiva plasticidad y una cuasi perfecta ejecución. Difícil mantener el equilibrio y la coordinación en una superficie con agua y algo resbaladiza. Lo consiguieron. Bravo por ellos.



Davide Livermore, intendente y director artístico de Les Arts, firma esta puesta en escena y es responsable tanto de la dirección como de la escenografía. En la ya mencionada presentación a la prensa, Livermore hizó alusión a 'un viaje del hombre al interior de su alma'... y declaró que esta era una 'superproducción con supermilagros en el presupuesto'... Una odisea más...
Con estas premisas y la mejor de las intenciones hay que acercarse a Les Arts, para disfrutar de este Idomeneo alejado de mitologías clásicas y con planteamientos mucho más cercanos a la realidad histórica de nuestros días.
Es un espectáculo muy visual, repleto de ideas y con una muy estudiada dirección teatral y diseño escénico. El vestuario es de Mariana Fracasso, la iluminación de Antonio Castro y la videocreación es de D-WOK. Todos ellos merecen una valoración positiva y plena de aciertos.
Hay un viaje espacial y un regreso accidentado. Referencias a un mundo en conflicto. Victimas y supervivientes de esos mismos conflictos. Una plataforma metálica que une y separa. Alusiones a los diferentes y engañosos discursos en organismos oficiales. Juegos de espejos en los que se reflejan, enfrentandose a sus propios conflictos, los personajes. Réplícas de Elettra, el personaje más interesado y negativo. Un Arbace militar que aconseja a Idomeneo en la resolución del dilema que él mismo se ha generado. Una voz al final de la ópera, que no es otra que la misma voz de la conciencia del protagonista... y hay también, numerosas ideas tomadas de la película de Kubrick. La visión de '2001: Una odisea del espacio' dejaba a los espectadores con numerosos interrogantes, pero con una amalgama de sensaciones y cierta fascinación por todo lo visto y por la banda sonora escuchada. Algo parecido, salvando las distancias, ocurre con este Idomeneo. Algunas pizcas de fascinación visual tiene, o muchas de ellas, según cada cual. La banda sonora que firma Mozart hace el resto. 


Imagen del final de la representación
Dos genios, Mozart y Kubrick, y algunas genialidades escénicas, no exentas de algún exceso, por parte de Livermore, contribuyeron a dejar una sensación de haber asistido a un espectáculo muy estimulante. Si a esto sumamos el nivel conseguido en la parte musical, dan como resultado una memorable 'tarde-noche' de ópera... El domingo comenzó la función a las 18:00, dejando fuera un espléndido sol de tarde. El final de la representación se puede interpretar como un regenerador canto a la vida. A la salida nos topamos de lleno con una noche primaveral... 



martes, 12 de abril de 2016

IDOMENEO DE MOZART... INVOCANDO A SANTA RITA


Ante el próximo estreno de esta joya de la ópera en Les Arts, dejo aquí unas notas, algo aclaratorias y algo menos reflexivas, como paso previo a lo que nos depararán las cinco representaciones programadas para la ocasión.

Idomeneo, que da nombre a la obra, es rey de Creta y junto con Idamante, su hijo; Illia, princesa troyana confinada en la isla e hija de Príamo, y Electra, princesa e hija del rey de Micenas Agamenón y refugiada en Creta, son los cuatro protagonistas principales de esta ópera seria de Mozart. Los otros personajes son: Arbace, confidente de Idomeneo; el sumo sacerdote, y la voz de Neptuno. Hay un conflicto amoroso, ya que las dos princesas están prendadas del hijo de rey. Una por puros sentimientos y la otra por intereses más pragmáticos. Pero el verdadero conflicto lo genera (y de ahí la invocación que hago a Santa Rita, patrona de los casos difíciles y desesperados) la tempestad marina con la que se topa Idomeneo volviendo de la guerra de Troya. El barco y la vida del rey corren peligro. A este se le ocurre la promesa al dios de los mares, Neptuno, de ofrecerle en sacrificio la vida de la primera persona con la que se encuentre al pisar tierra, si consigue llegar sano y salvo a Creta. Esta primera persona que lo recibe es Idamante. El rey no lo reconoce. Era un niño cuando su padre se fue a la guerra y ahora está hecho un hombretón que cautiva a las princesas sin reino que, con mayor o menor fortuna, residen en Creta. En ese momento Idamente, sin saberlo, tiene los días contados. Cuando Idomeneo reconoce a su hijo, o se presenta como tal, empieza la trágica y angustiosa trama para el rey y padre de la criatura. al pretender escaquearse de la ofrenda prometida al indolente y colérico Neptuno. El dios del tridente le exige que cumpla lo prometido, y como padre, Idomeneo intenta por todos los medios no tener que sacrificar a su hijo. El rey intenta que su descendiente huya de Creta con Electra. Neptuno provoca una nueva tempestad y envía un monstruo marino para impedir esta treta. A Idomeneo no le queda otra salida que aceptar tener que cumplir su promesa. En el momento del sacrificio, Ilia, en un acto de amor, se ofrece a ser ella la victima para calmar la cólera divina y salvar la vida de Idamante.
Todo acaba bien. El dios marino, conmovido por este acto de amor, revoca la promesa hecha por el rey y no exige ningún acto cruento. Impone a cambio, la abdicación de Idomeneo en favor de su hijo y el matrimonio del flamante príncipe de Creta con la princesa troyana Ilia. Final Feliz. Un triunfo del amor terrenal y de la política divina.

El libreto es de Giambattista Varesco, que adaptó al italiano el original francés de Antoine Danchet para la ópera de Andre Campra 'Idomenée', estrenada en 1712. Mozart se implicó mucho en el resultado final del texto, con múltiples indicaciones para ajustarlo a sus necesidades musicales. Con la complicidad de este, Varesco modificó el trágico final del texto original por uno más complaciente y acorde con el espíritu optimista propio de la Ilustración.



Para los no muy amantes de la mitología clásica, hay que recalcar que la música la firma Mozart. Es una ópera seria en todos los sentidos, tanto en el dramático, como en la importancia que tiene dentro del catálogo del músico de Salzburgo. Es definida como coral, por las numerosas intervenciones y la importancia que tienen los conjuntos en el desarrollo dramático. Fue estrenada el 29 de enero de 1781 en Múnich y supuso en su momento una relativa aunque notoria evolución con respecto a sus obras anteriores.
La singularidad de esta obra está en la simbiosis de las influencias que en ella se dan. Son perceptibles la mirada al pasado de la tradición en la ópera seria italiana, las aportaciones de las tragedias líricas francesas y la revolución puesta en marcha por Gluck en el sentido de la continuidad dramática del texto a través de la música.
La impresión que permanece tras la escucha de esta, en muchos aspectos, obra maestra, es la luminosidad propia de toda la música de Mozart; la maestría en la forma de introducir los recitativos acompañados en el desarrollo de la acción; la perfecta definición de la psicología de los personajes; la utilización novedosa de la orquesta y algunos instrumentos como elemento dramático; la pretendida continuidad en la narración por la estimable conjunción de texto y música; las intervenciones corales en todas las partes de la obra, y por encima de todo la belleza y musicalidad que impregna Mozart en sus arias, conjuntos, concertantes y temas musicales propios de esta obra.
La época en la que se crea esta pieza lírica se enmarca en pleno clasicismo musical y Mozart, uno de sus máximos representantes, dejó para la posteridad una tragedia lírica u ópera seria que supuso un antes y un después en su proceso creativo. Lo hecho con antelación despierta nuestro encanto, a partir de esta inspiradísima partitura, no nos queda más que rendirnos a la admiración de un genio de la ópera.

Un maravilloso juego entre el destino de dos hombres y la justicia divina...